Erase una vez un pensador... un hombre que vivia en un mundo propio... tan propio que ese mundo era parte de el... asi como el era parte de su mundo. Sus pensamientos eran a veces profundos... a veces vacios... pero nunca dejaba de pensar... todo lo que lo rodeaba de hacia insustancial cuando el pensaba... y eso lo protegia... lo protegia de la gente... pero se exponia a otro tipo de dolor, a otro tipo de rechazo, a otro tipo sufrimiento, uno aun mayor de lo que podia imaginar... al sufrimiento de la verdad. La verdad lo acosaba, lo perseguia, y el la buscaba dia y noche, sin exito... y cuando creia tenerla en las manos volvia triunfal apretando las manos para no dejar hueco a esa verdad... pero al abrir las manos la verdad no estaba... siempre se escapaba. Un cierto dia mientras pensaba, un pensamiento le cruzo la mente a una velocidad increible, intento alcanzarla... pero fue en vano... su fuerza ya no era la misma. El pensador sabia que la vida llegaria a su fin algun dia, pero algun dia estaba tan lejos -pensaba el- y tan cerca. Algunos dias sentia cerca ese fin... y tenia miedo de seguir adelante. No queria dejar de pensar... tenia una meta... conseguir la verdad, cueste lo que cueste. Cuando ese dia llego el lo sintio en el aire, ese sabor a laton tan peculiar, el sudor empapo su frente y lo que lo rodeaba fue tomando forma poco a poco... todo a su alrededor habia cambiado... el hombre que lo miraba desde el otro lado del espejo tambien... no se reconocia. Miro a su alrededor, mientras sus pensamiento se dispersaban inquietos e impresionados, sintio una opresion en el pecho al ver las plantas del jardin a travez de la ventana. Sientio ese fin cada vez mas cerca, sentia su respiracion en la nuca, sentia miedo, y al instante sintio alegria... hacia mucho tiempo que no sentia miedo... hacia mucho tiempo que no vivia. Su fin llego con la velocidad de un rayo... y el sonrio... porque habia encontrado la verdad que tanto busco... estaba frente a sus ojos... detras de todos esos pensamientos.