Luces… Sonidos… Rápidas sucesiones de sus más profundos temores. Voces de ultratumba, millones de plumas cayendo a su alrededor, manantiales de sangre, ríos de lagrimas, cielos llenos de risa, una risa amarga, una risa sin humor… sin risa. El sudor fluye rápidamente por su cuerpo, gota tras gota se van uniendo para formar un fino hilo de transpiración que desciende a grandes velocidades por su piel, empapando el piso, formando un triste barro, para secarse luego, convirtiéndose en un trozo de tierra cuarteada.
Cientos o quizás miles de días pasaron hasta que se encontró, se encontró consigo mismo, se encontró a si mismo. Pero… por esas vueltas de la vida. En el preciso momento en el cual todas sus dudas se convertirían en certezas… una luz cegadora se apodero de los alrededores acompañada por una irritante chicharra. Unas paredes fueron tomando forma a su alrededor, una puerta entreabierta, una ventana que permitía el acceso de la cegadora luz, cuadros, imágenes, desconocidos rostros sonrientes. Y a su lado… una mujer reposando.
Dudó, embriagado por un fino velo, no comprendía que hacia allí, quien era esa mujer, a que se debía su extraño ropaje y la inquietante habitación en la que se encontraba. Pero entonces… su mente resbalo y, con un alarido mental, cayo en la realidad. Reconoció la habitación, su vestimenta, los sonrientes personajes que espiaban atrapados en sus marcos eran ya familiares, observo a la mujer que yacía a su lado respirando lentamente… se percato de que no era cualquier mujer, sino... su mujer. Pero sin lugar a dudas, la más importante revelación fue la certeza de que aquello… solo se trataba de un sueño.
Batoshi Wasagara 2007